sábado, 31 de marzo de 2012

Síndrome metabólico (III parte)


Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 2 No. 22 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, sábado 31 de marzo de 2012.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G.


Los pacientes con síndrome metabólico no sienten ningún síntoma. Pero hay signos que pueden indicar a los médicos un diagnóstico de este síndrome.  Los médicos buscarán una conjunción de los siguientes factores:
  1. Obesidad central, es decir, un exceso de grasa en la zona abdominal.  En la mujer cifras iguales y mayores a 88 centímetros y en el hombre, 102 centímetros en adelante, se consideran medidas que aportan puntuación al síndrome metabólico.
  2. Dificultad para digerir un tipo de azúcar denominado "glucosa" (intolerancia a la glucosa).  Los pacientes con síndrome metabólico generalmente tienen hiperinsulinemia o diabetes tipo 2. Tanto en hombres y mujeres la cifras igual y mayor a 110 mg/dl adicionan puntuación a este  síndrome.
  3. Niveles elevados de triglicéridos en la sangre.  En ambos sexos, cifras iguales y mayores a 150 mg/dl dan puntuación a este síndrome.
  4. Niveles bajos de lipoproteínas de alta densidad (HDL o "colesterol bueno") en la sangre.  En las mujeres cifras iguales y menores de 50 mg/dl, mientras que los hombres, iguales y menores a 40 mg/dl son consideradas en la puntuación del síndrome metabólico.
  5. Presión arterial alta (hipertensión arterial). Ambos sexos cumplen con dicho requisito si tienen cifras iguales y mayores de 135/85 milímetros de mercurio.  En este último punto hay que aclarar que sí alguna de las dos o las dos, la sistólica o la diastólica, igual o mayor a los parámetros establecidos, cumple con el requisito de puntuación para el síndrome metabólico.

A nivel de atención primaria, nos basta que el paciente cumpla con tres o más de los cinco parámetros para clasificarlo como síndrome metabólico.
El tratamiento del síndrome metabólico consiste en tratar las otras enfermedades subyacentes (de fondo o que le dan puntuación).  Por consiguiente, si el paciente tiene diabetes, hiperinsulinemia, niveles elevados de colesterol o presión arterial alta; debe estar bajo el cuidado de un médico y recibiendo el tratamiento adecuado.  Hacer ejercicio y adelgazar también son medidas útiles para mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la presión arterial y los niveles de colesterol.  En algunos casos pueden administrarse medicamentos para tratar el síndrome metabólico, pero el médico recomendará cambios en el estilo de vida, tal como seguir una alimentación sana, evitar los dulces y golosinas, dejar de fumar y reducir el consumo de bebidas alcohólicas.
Este síndrome se puede evitar si actuamos temprano.  Lo que es un motivo de felicidad para padres, abuelos y tíos al ver un niño “gordo”, pues según ellos, es un niño sano; es motivo de tristeza para su organismo, que desde ya está llevando una pesada carga de desgaste hacia el futuro.  Ese niño pasara por las diferentes etapas de crecimiento y desarrollo, y hasta en su vida adulta persistirá con malos hábitos nutricionales, vida sedentaria y probablemente algún vicio que atente contra su salud, y que a la postre desencadene un funesto desenlace, que lo más seguro, no lo hubiese deseado.  Afortunadamente en nuestros centros de salud existe el recurso humano para orientar a nuestra población a llevar un adecuado estilo de vida saludable (técnicos en salud, auxiliares de enfermería, enfermera(os), psicóloga(os), nutricionistas y médicos).  Porque su salud lo vale, nos preocupamos por ella.


sábado, 24 de marzo de 2012

Síndrome metabólico (II parte)


Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 2 No. 21 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, sábado 24 de marzo de 2012.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G.


Retomando lo expuesto en la parte anterior, podemos  acotar, que a lo largo de los años se ha ido añadiendo más componentes a la definición de este síndrome, hasta que en 1998, un grupo consultor de la OMS (Organización Mundial de la Salud) propuso que se denominara Síndrome Metabólico (SM) y sugirió una definición de trabajo que sería la primera definición unificada del mismo.
El síndrome metabólico lo presenta una de cada cinco personas en los Estados Unidos. Y este síndrome se presenta en familias con antecedentes y es más común entre las personas afroamericanas, hispanas, asiáticas e indígenas americanas. En todos los grupos, la posibilidad de que ocurra el síndrome aumenta a medida que la gente envejece.  En nuestro país ni en nuestra provincia tenemos estadísticas fiables de este síndrome; pero existen datos de algunos de sus componentes para nuestra provincia.  En el año 2009, en el grupo etario de 20 a 59 años, se reportaron 2260 obesos no especificados, mientras que para el grupo de 60 años y más en el 2008 se registraron 857 casos.  Este mismo grupo en el año 2008 se reportaron 816 casos de diabetes, y para el año 2009, 1874 de hipertensión esencial. 
La causa exacta del síndrome metabólico no se conoce, pero entre los factores que contribuyen a que se presente esa condición la genética, el exceso de grasa (especialmente alrededor de la cintura) y la falta de ejercicio.  Los pacientes con síndrome metabólico tienen un mayor riesgo de sufrir un ataque cardíaco o una enfermedad arterial coronaria (arterias que suministran sangre al corazón).  Los investigadores creen que el síndrome metabólico es una enfermedad genética, es decir, que se transmite en los genes de una familia, de una generación a la siguiente.  En las personas que padecen de enfermedades que se caracterizan por la resistencia a la insulina, tales como la diabetes y la hiperinsulinemia, son mayores las probabilidades de tener síndrome metabólico. La diabetes es una enfermedad en la que el organismo no puede producir ni responder bien a la hormona insulina. La hiperinsulinemia es una enfermedad en la que se bombean grandes cantidades de insulina a la corriente sanguínea. Normalmente, el páncreas libera insulina cuando uno come ciertos alimentos. La insulina es una hormona que ayuda a las células del organismo a aceptar el azúcar (glucosa) que les da energía.  Si las células se vuelven resistentes a la insulina, se necesita más insulina para que la glucosa penetre en las células. Por consiguiente, el organismo produce más insulina, la cual es bombeada a la corriente sanguínea.  Cuando hay mucha insulina en la corriente sanguínea se aumenta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, porque la insulina: Eleva los niveles de triglicéridos, reduce los niveles de lipoproteínas de alta densidad (HDL o "colesterol bueno"), eleva los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL o "colesterol malo"), hace más difícil que el organismo elimine las grasas de la sangre después de comer, eleva la presión arterial, aumenta la capacidad de coagulación de la sangre, etc.



sábado, 17 de marzo de 2012

Síndrome metabólico (I parte)


Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 2 No. 20 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, sábado 17 de marzo de 2012.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G. 


Gerald Reaven
Se denomina Síndrome Metabólico (también conocido como Síndrome X, Síndrome PlurimetabólicoSíndrome de InsulinorresistenciaSíndrome de Reaven) a la conjunción de varias enfermedades o  factores de riesgo en un mismo individuo que aumentan su probabilidad de padecer una  enfermedad cardiovascular (trombosis, tromboembolia, infarto de miocardio, etc.) o diabetes mellitus.
Hace unos 250 años, mucho antes de que se describieran el síndrome metabólico o el síndrome de apnea obstructiva del sueño, el médico y anatomista italiano Morgagni identificó la asociación entre obesidad visceral (abdominal), hipertensión, aterosclerosis, altos niveles de ácido úrico en sangre y episodios frecuentes de obstrucción respiratoria durante el sueño.  A mediados del siglo XX, el médico francés Jean Vague fue el primero en identificar la “obesidad androide” (adiposidad en la mitad superior del cuerpo) como la afección asociada con más frecuencia a la diabetes y la enfermedad cardiovascular.  La presencia frecuentemente simultánea de obesidad, hiperlipidemia (elevación de lípidos o grasas en sangre), diabetes e hipertensión se definió en un principio con el nombre de “Síndrome Plurimetabólico” en los años 60, cuando se describió el alto riesgo de enfermedad arterial coronaria en personas con este conjunto de anormalidades metabólicas.  Para la segunda mitad de los  años 1960, Avogaro y Crepaldi describieron a seis pacientes con signos moderados de obesidad, colesterol alto y una marcada hipertrigliceridemia y estos signos mejoraron con una dieta baja en calorías y baja en carbohidratos.  En 1977, Haller empleó el término “Síndrome Metabólico” para referirse a una asociación entre obesidad, diabetes mellitus e hígado graso, describiendo además los factores de riesgo de la arteriosclerosis.  El mismo término fue usado por Singer ese año para referirse a una combinación de síntomas tales como la obesidad, bocio, diabetes mellitus y la hipertensión arterial.   En 1977-78 Gerald B. Phillips argumentó que los factores de riesgo subyacentes a un infarto de miocardio contribuyen a formar una constelación de anomalías no sólo asociados con enfermedades del corazón, sino también con la obesidad y otros factores clínicos, y que su identificación podría prevenir enfermedades cardiovasculares.  Después, en 1980, se complicaron las cosas cuando Vague sugirió que la masa adiposa por sí misma tiene un efecto sobre el progreso desde la obesidad hacia la diabetes.  Pero ahora sabemos que, de hecho, el exceso de grasa abdominal genera diabetes y aterosclerosis, y que esta obesidad central afecta a la secreción de insulina y la hormona del estrés, el cortisol.  En 1988, en su conferencia de Banting, Gerald Reaven, indicó que en un mismo individuo,  la conjunción de alteraciones de la glucosa y del metabolismo de la insulina, la obesidad, la dislipidemia y la hipertensión, constituían la forma de un síndrome, aplicándole un nombre misterioso: “Síndrome X”.  Reaven sugirió que la resistencia a la insulina, con su consecuente aumento dramático de los niveles de insulina en sangre, es el mecanismo fisiopatológico (estudio de la ciencia de las funciones en el curso de la enfermedad y de las modificaciones que sufren a causa de ésta) básico y la causa subyacente de esta conjunción, y representa, por sí misma, un importante factor de riesgo cardiovascular.  Ferranini y sus colegas siguieron esta idea, coincidieron en afirmar que dicha conjunción está causada por la insensibilidad a la insulina y, pocos años después, acuñaron el término “Síndrome de Resistencia a la Insulina”

sábado, 10 de marzo de 2012

Dislipidemia (IV parte)

Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 2 No. 19 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, sábado 10 de marzo de 2012.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G. 


El inicio de un tratamiento indicado, adecuado y personalizado a un paciente con dislipidemia debe iniciarse desde la primera consulta.  Tomando en cuenta que el tratamiento de las mayoría de las enfermedades están constituido por las recomendaciones médicas y la dosificación medicamentosa.  Respecto a nuestro tema las recomendaciones médicas gozan de vital importancia, pues es poco el aporte beneficioso a su salud y a su economía, la ingesta exclusiva de medicamentos, si usted no mejora su estilo de vida; a la larga las complicaciones serán casi las mismas.  Desde su primera consulta el médico elaborará su historia clínica, obtendrá sus signos vitales, realizará una exploración física, y antes de elaborar alguna receta y solicitar estudios paraclínicos (estudios de laboratorios, de radiología, electrocardiograma, etc.), él ampliará un espacio con el fin de que usted conozca su condición de salud, aclare sus dudas y lleve las recomendaciones médicas indicadas a su condición clínica.  Al recibir los resultados paraclínicos (para nuestros fines el perfil lipídico), según los resultados, tenemos la opción de iniciar el tratamiento medicamentoso de 1 a 3 meses con el fin de darle la oportunidad al paciente que realice cambios en su estilo de vida y comprenda todo lo concerniente a su trastorno de salud.  
Dada la amplitud de situaciones que pueden llevar a padecer este trastorno metabólico, el tratamiento debe ser individualizado. Requiere siempre la participación de un equipo multidisciplinario, desde el médico general, quién capta el paciente a nivel de atención primaria; así como el médico familiar y el médico internista; en general comandado por un endocrinólogo, e integrado por nutricionistas y especialistas en los órganos afectados (cardiólogo, nefrólogo, etc.).
Más allá del valor que tienen diversos tipos de fármacos en el tratamiento de las dislipidemias, debe darse una importancia fundamental al tratamiento higiénico-dietético. Existe un consenso internacional, avalado por múltiples estudios, que demuestran que el ejercicio (30 a 60 minutos de ejercicio moderado 4 a 6 veces por semana), aumenta la concentración de HDL y disminuye la de LDL. El tratamiento de la hipertensión arterial para disminuir otro factor de riesgo, es necesario. El abandono del tabaquismo, además de eliminar un factor de riesgo independiente, también conlleva una mejora en las concentraciones plasmáticas de lípidos. Y, por supuesto, que una dieta baja en colesterol, lípidos saturados y grasas trans (grasas de origen vegetal o marino que industrialmente se hidrogenan parcial o totalmente con el fin de darles una estabilidad sólida y adquieren conducta de grasa saturada en el organismo elevando el colesterol total y las LDL); menos del 7% de las calorías diarias es la base de todo tratamiento.  Es necesario aumentar el consumo de verduras y frutas.
Cuando todo ello no es suficiente, o el riesgo lo amerita a juicio del médico tratante, existe un variado arsenal farmacológico, del cual se seleccionarán los fármacos más apropiados para cada caso particular, puesto que existen diferentes mecanismos de acción y diferentes grados de efectividad para cada tipo de dislipidemia.
Es importante destacar que algunas asociaciones de drogas tienen efectos que pueden ser nocivos para la salud (insuficiencia hepática, alteraciones musculares graves, etc.), por lo que estos medicamentos, aún en los países donde se comercializan libremente, no deberían ser usados sin asesoramiento médico.
Usted tiene en sus manos la decisión, la salud es invaluable; visite su médico de confianza que es la persona idónea para cuidar su salud.
 

sábado, 3 de marzo de 2012

Dislipidemia (III parte)

Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 2 No. 18 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, sábado 3 de marzo de 2012.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G. 

Existen otras lipoproteínas que no son incluidas dentro del perfil lipídico pero de vital importancia en el metabolismo de las grasas: Los quilomicrones, que son grandes partículas esféricas que transportan los triglicéridos de la dieta provenientes de la absorción intestinal en la sangre hacia los tejidos; y las lipoproteínas de densidad intermedia mejor conocida como IDL, por sus siglas en inglés, es un complejo lipoproteico con una densidad entre la de las VLDL y las LDL.  El producto tiene una vida media relativamente corta y está normalmente en la sangre en concentraciones muy bajas. En un estado hiperlipoproteinémico de tipo III, la concentración de IDL en sangre está elevada.
Como mencione, en parte anterior de este tema, muchas personas pueden estar completamente sin síntomas, es decir no dar ninguna manifestación clínica y diagnosticarse durante un estudio del nivel de lípidos en sangre (perfil lipídico). El mismo puede solicitarse como screening (búsqueda) en un paciente con factores de riesgo tales como: Sobrepeso, obesidad, pacientes con hipertensión arterial, fumadores, diabéticos; pacientes con arterioesclerosis prematura, ya sea infartos de miocardio, accidentes vasculares cerebrales (conocidos popularmente como derrame), aneurisma de aorta (bolsa que se forma por la dilatación o rotura de las paredes, en este caso arteria, y llena de sangre circulante), obstrucción de las arterias de miembros inferiores; antecedentes familiares de dislipidemia, o arterioesclerosis precoz (de aparición muy temprana).
La presencia de xantelasmas (pequeños bultos de grasa en la cara), o de xantomas (bultos de grasa en sitios como codos, tendón de Aquiles, rodillas), debe hacer sospechar al clínico la presencia de trastornos lipídicos.
En todos los casos deben investigarse causas secundarias (que pueden encontrarse la causa que las produce) de dislipidemia, ya que el adecuado manejo de las mismas resulta un prerrequisito antes de establecer en forma definitiva el nivel objetivo de LDL-colesterol que se desea alcanzar con el tratamiento según la categoría de riesgo cardiovascular (posibilidad de sufrir un evento perjudicial en algún lugar del árbol vascular en especial corazón y cerebro en un período de 10 años).
Las situaciones a investigar son: Diabetes, hipotiroidismo (actividad deficiente de la glándula tiroides y efectos consecuentes de su disfunción), insuficiencia renal crónica (fase funcional del riñón que no es capaz de mantener la integridad del medio interno del organismo), síndrome nefrótico (conjunto de enfermedades renales que tienen en común la afectación del glomérulo, que motivan la perdida de abundante proteínas por la orina), enfermedad hepática obstructiva, fármacos que aumentan las LDL y disminuyen las HDL: progestágenos, esteroides anabólicos, corticoides, diuréticos, etc.
Fármacos como corticoides, diuréticos, y betabloqueantes (ej. propanolol), pueden descender el HDL y elevar los TGL.
Actualmente se prefiere clasificarlas de acuerdo con las alteraciones detectadas, pudiéndose encontrar:
  1. Hipercolesterolemia aislada, en la cual hay aumento del colesterol total, y LDL.
  2. Hipertrigliceridemia aislada, con elevación de los triglicéridos, pudiéndose asociar HDL descendido.
  3. Dislipidemia mixta (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia).

También pueden asociarse causas primarias o genéticas a causas secundarias.
Los valores aceptados como normales del perfil lipídico son los siguientes: Colesterol total debe ser menor de 200 mg/dl, triglicéridos menor de 150 normal mg/dl, LDL-colesterol menor de 100 mg/dl y HDL-colesterol considerándose en mujeres mayor de 50 mg/dl, mientras que en el hombre mayor de 40 mg/ml.