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Ignaz Semmelweis |
El concepto de lavado
de manos con un agente antiséptico surgió a principios del siglo XIX. En 1822 un farmacéutico francés demostró que
las soluciones que contenían cloruro de cal o de sosa suprimían los malos
olores asociados a los cadáveres humanos y que tales soluciones se podían usar
como desinfectantes y antisépticos. En 1846, Ignaz Semmelweis observó que las mujeres
que eran asistidas en el parto por estudiantes o médicos en la primera clínica
en el hospital general de Viena tenían, siempre, una tasa más alta de mortalidad
que aquéllas que parían ayudadas por matronas en la segunda clínica. En pocos científicos se cumplen tan exactamente
como en Semmelweis las condiciones que Thomas Kuhn observó en los cambios de
paradigma en la historia de la ciencia. Cuando el obstetra húngaro estudiaba en
las pacientes y en la sala de autopsia la fiebre puerperal, abandonó todas las
teorías dominantes en su tiempo para explicar esta frecuente patología; analizómeticulosamente
desde diversos aspectos el objeto de sus estudios; estableció una hipótesis
diferente a todas las establecidas hasta entonces; modificó el viejo paradigma
de conducta por otro nuevo; y por último,
analizó los resultados después del cambio de paradigma. Abandonó todas las
teorías especulativas que se establecían como canónicas en su tiempo: los
“miasmas” o condición venenosa del aire; las influencias misteriosas del cambio climático; o la retención de fluidos
puerperales perniciosos. Al mismo tiempo
que realizaba sus estudios epidemiológicos,
Semmelweis asistía compulsivamente a todas las autopsias de las mujeres
muertas de fiebre puerperal bajo la dirección del famoso patólogo Rokitansky, y
allí, compartía los estudios patológicos con uno de sus mejores amigos, el
Profesor Jakob Kolletschka. Uno de los estudiantes hiere un día con un bisturí
la mano de Kolletschka, y pocos días después, este muere de una infección
generalizada. En la autopsia de
Kolletschka, Semmelweis observa los mismos cambios patológicos, propios de la
sepsis sistémica, que había observado cientos de veces en las mujeres muertas
por fiebre puerperal. Algo tenían los cadáveres que ocasionaba esta patología
al que se contaminara con ello. Los estudiantes trabajaban a primera hora de la
mañana en la sala de autopsia y después atendían a las parturientas llevando en
sus manos el agente nocivo. Las comadronas solo trabajaban en las salas de
parto, por eso sus pacientes tenían tan poca mortandad por infección puerperal.
Semmelweis comenzó el proceso de comprobación de su hipótesis haciendo que
antes del parto todos los estudiantes o
personas que participaran en él, se lavaran las manos con soluciones cloradas.
La incidencia de sepsis puerperal descendió dramáticamente. Uno de los maestros
de Semmelweis, de los pocos que creyeron
en él y trataron sin éxito de extender por Europa la teoría de la asepsia, el
Profesor Skoda, analiza meticulosamente año por año la incidencia de muerte por
fiebre puerperal en la unidad obstétrica donde trabaja Semmelweis, y presenta
los datos en la Sociedad Médica de Viena.
Pero nadie les cree, ni en Viena, ni en Paris, ni en Londres, donde es
posible que Lister, aún muy joven, tomara buena nota de aquellas teorías
vienesas de la transmisión de enfermedades por las manos de los médicos. Joseph Lister, así como a Semmelweis puede
considerársele el padre de la asepsia, fundamentalmente como el introductor de
la técnica de lavado de manos en la prevención de infecciones nosocomiales, a
Lister se debe el tributo de haber introducido en la práctica médica la
eliminación de la microbiota transitoria
de la piel por medio del uso de agentes antisépticos, que hoy día, en la forma
de geles no acuosos con contenido alcohólico, suponen una alternativa de
similar o mayor eficacia que el lavado de manos.
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Joseph Lister |
Lister estuvo obsesionado con la infección
durante toda su vida, pues era la causa de la alta mortalidad que conllevaban
los procedimientos quirúrgicos. Sabedor
de que el ácido carbólico había sido utilizado para tratar las “aguas negras” y
determinados parásitos en el ganado decidió probar esta sustancia. Realizó su primera experiencia clínica el 12
de agosto de 1865. Un muchacho de 11 años James Greenles, había sido atropellado
por un carro de caballos y sufría una
fractura abierta de su pierna izquierda, que en aquellos tiempos suponía un
riesgo de amputación altísimo. Lister envolvió la pierna en un lienzo de lino
que posteriormente impregnó con ácido carbólico; después, estabilizó el miembro
con una férula. Cambió el apósito cada cuatro días y mantuvo este tratamiento
durante seis semanas. La herida y el hueso curaron sin signos deinfección
alguna. Esta experiencia la utilizó con éxito en otros casos incluidos abscesos
drenados y heridas de muñones de amputación. Entonces desarrolló un aparato
para aplicar el ácido carbólico en forma de spray. Con el tiempo Lister no solo usó la
desinfección para las heridas quirúrgicas sino para los instrumentos
quirúrgicos y la desinfección de las manos de los participantes en el equipo
quirúrgico. Fue tan grande su contribución a la medicina que la Historia de la
Cirugía puede ser dividida en dos grandes fases, antes y después de Lister. Así
el lavado de manos quedó establecido universalmente como una forma de conducta
sin discusión durante las intervenciones quirúrgicas, llegando a formar parte
de la llamada “coreografía quirúrgica”.
En 1961, el servicio
médico público de los Estados Unidos de
América produjo una película de entrenamiento que mostraba el uso de técnicas
de lavado de manos recomendadas para los trabajadores sanitarios. En 1975 y 1985, el “Centers for Disease Control”
(CDC, Atlanta, EE. UU.) publicó pautas escritas sobre la práctica del LM en
hospitales. En 1988 y 1995, la Asociación de Profesionales
para el Control de la Infección (APIC) publicó unas pautas para la antisepsia y
el lavado de manos. En 1995 y 1996, el
Comité Consultivo sobre Prácticas de Control de la Infección en Sanidad
(Healthcare Infection Control Practices
Advisory Committee, HICPAC, EE. UU.), recomendó el uso de un jabón
antimicrobiano o un agente antiséptico en seco para el LM a la salida de las
habitaciones de los pacientes infectados por patógenos multirresistentes (enterococo
resistente a vancomicina –ERV- o Staphylococcus aureus resistente a meticilina
–SARM-).
La práctica del lavado
de manos con jabón encabeza la agenda internacional de higiene el 15 de
octubre, con la celebración del Día Mundial del Lavado de Manos. Desde sus
inicios en el 2008, año que fue designado el Año Internacional del Saneamiento
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Día Mundial del Lavado de Manos
ha estado reforzando el llamado de extender mejores prácticas de higiene en
todo el mundo.
Se debe realizar una
campaña constante con el objetivo de sensibilizar sobre la importancia de
lavarse las manos con agua y jabón, lo cual representa una de las intervenciones
de salud más eficaces y económicas que existen y que nos ayuda a prevenir las enfermedades.
La higiene de manos, es
una acción muy simple, sigue siendo la medida primordial para reducir la
incidencia y la propagación de los microrganismos resistentes a los antimicrobianos,
lo que mejora la seguridad del paciente en todos los ámbitos. Sin embargo, el
cumplimiento de las normas de lavado de
manos es muy escaso en todo el mundo (entre el 5% y el 80%), por lo que los gobiernos
deberían velar por que el fomento de dicha higiene, reciba la atención y los fondos
suficientes para que resulte eficaz.
La falta de medidas de
control de las infecciones favorece la propagación de los microrganismos
patógenos, que puede ser especialmente importante en los brotes epidémicos, y
los establecimientos sanitarios actúan a veces como multiplicadores de la enfermedad,
lo cual repercute en la salud tanto hospitalaria como comunitaria. Nunca
debemos olvidar que la higiene de manos salva vidas.
- El
lavado frecuente de manos con agua y jabón previene enfermedades respiratorias
y diarreicas (cólera, influenza, etc.), así como la hepatitis A.
- Se
debe lavar las manos con jabón y agua que haya sido purificada (hervida o
clorada) en los siguientes momentos críticos:
Después
de toser o estornudar.
Después
de usar el baño.
Antes
de preparar alimentos.
Antes
y después de comer.
Antes
de preparar y dar el biberón.
Después
de estar contacto con enfermos o con sus pertenencias.
Después
de cambiar pañales.
Inmediatamente
después de participar en actividades de limpieza por la inundación.
Después
de tocar artículos contaminados con aguas de la inundación o aguas del
alcantarillado.
- Si
no tiene agua y jabón, desinfecte sus manos con gel alcoholado, cenizas o
limón.
Técnica
de higiene de las manos
- Aplicar
una dosis de producto, extenderlo por toda la superficie de las manos y
friccionarlas hasta que queden secas.
- Cuando
se laven las manos con agua y jabón, mojarlas con agua y aplicar la cantidad de
producto necesaria para extenderlo por toda la superficie de las mismas.
Frotarse enérgicamente ambas palmas con movimientos rotatorios y entrelazar los
dedos para cubrir toda la superficie. Enjuagarse las manos con agua y secarlas
completamente con una toalla desechable. Siempre que sea posible, utilizar agua
corriente limpia. Utilizar la toalla para cerrar el grifo.
- Asegurarse
de que las manos estén secas. Utilizar un método que no las contamine de nuevo.
Cerciorarse de que las toallas no se utilicen varias veces o por varias
personas. No emplear agua caliente porque la exposición repetida a ella eleva
el riesgo de dermatitis.
- Para
el lavado de las manos con agua y un jabón no antimicrobiano pueden emplearse
jabones simples líquidos, en pastilla, en hojas o en polvo. Las pastillas de
jabón deben ser pequeñas y colocarse sobre rejillas que faciliten el drenaje.
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