Panamá-Chiriquí, sábado 28 de enero de 2012.
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Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G.
La única constatación que tenemos de la
existencia de obesidad en
tiempos prehistóricos proviene de estatuas de la edad de piedra representando
la figura femenina con exceso de volumen en
sus formas. La más conocida es la Venus
de Willendorf, una pequeña estatua de la edad de piedra que tiene una
antigüedad aproximada de 25.000 años y que está expuesta en el museo de
Historia Natural de Viena.
No obstante, en el
Imperio Medio egipcio (siglos XXI-XVII a.C.), en las enseñanzas del Kagemni,
puede leerse por primera vez en la historia una asociación de la glotonería con
la obesidad, y una condena y estigmatización del comer con exceso.
En la antigua Grecia, Hipócrates reconoció
que las personas que tienen una tendencia natural a la gordura, suelen morir
antes que las delgadas (Hace más de 2000 años). Galeno veía, por tanto, la obesidad en relación a un estilo de vida inadecuado.
Los espartanos eran
estrictos con respecto a las personas obesas. Cada mes revisaban a los
jóvenes, y a aquellos que estaban subidos de peso se le obligaba a bajar
de peso siguiendo un rígido programa de
ejercicios.
En la Edad Media, la glotonería era más bien
común entre los nobles, que la consideraban un signo tangible de bienestar. La iglesia,
en cambio, desaprobaba la glotonería. En Europa,
al comienzo de la Edad Moderna,
a fines del siglo XV, había mayor disponibilidad de comida y la glotonería ya
se relacionaba claramente con la obesidad. Durante los siglos XVI y XVII, el sobrepeso y la obesidad, eran símbolos de fecundidad y atractivo
sexual, así como de salud y bienestar.
La aplicación de los métodos cuantitativos
(que se pueden medir) en el estudio de la enfermedad representa un importante
avance en la medicina. El estadístico,
matemático y sociólogo belga Adolphe Quételet en 1835 establece la curva
Antropométrica de distribución, de la población belga; y propone que el peso
corporal debe ser corregido en función de la estatura (Kg / m²). Este índice de Quételet, hoy día conocido
como índice de masa corporal (IMC) y absolutamente
generalizado como medición de la obesidad en estudios epidemiológicos y
clínicos, fue olvidado, tomando relevancia, avanzado el siglo XX.
El endocrinólogo francés Jean Vague, quien
realizó una precisa descripción del que muchos años después sería más conocido
como síndrome X, metabólico o
plurimetabólico, vinculado a la distribución topográfica androide
(semejante al hombre) o central de la grasa (abdomen). La gran trascendencia de la distribución
topográfica de la grasa en las complicaciones metabólicas y circulatorias de la
obesidad no fue ampliamente reconocida por la comunidad científica
internacional hasta su aceptación por el Instituto Nacional de Salud de
Estados Unidos en 1989. Hubo que esperar hasta el año 1999 para que se
publicara la Declaración de Milán, en la que los países pertenecientes a la
Unión Europea asumieron que la Obesidad constituye un trastorno básico a partir
del que se desarrollan comorbilidades de todo tipo (cardiacas, reumatológicas,
digestivas, endocrinas, etc.).
En 2002, la Organización Mundial de la Salud, desarrolló la Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física, y Salud; que
fue aprobada por los estados miembros en mayo de 2004, momento en el que se
etiquetó a la Obesidad como "epidemia del siglo XXI”.
Últimamente y tras
el descubrimiento de hormonas como
la Leptina, Adiponectina y
neurotransmisores como el Neuropéptido Y (por citar los más importantes); el
interés por esta patología ha crecido y como consecuencia se han desarrollado
fármacos que vienen a complementar los dos pilares básicos para el tratamiento
de la Obesidad establecida que son la Actividad Física y la Alimentación.