viernes, 4 de enero de 2013

Lavado de manos

Artículo publicado en el periódico El Informe de David Vol. 3 No. 62 - Edición impresa.
Panamá-Chiriquí, viernes 4 de 2013.
http://www.elinformedavid.com/
Por: Dr. Danilo Antonio Castillo G.

Ignaz Semmelweis
El concepto de lavado de manos con un agente antiséptico surgió a principios del siglo XIX.  En 1822 un farmacéutico francés demostró que las soluciones que contenían cloruro de cal o de sosa suprimían los malos olores asociados a los cadáveres humanos y que tales soluciones se podían usar como desinfectantes y antisépticos. En 1846, Ignaz Semmelweis observó que las mujeres que eran asistidas en el parto por estudiantes o médicos en la primera clínica en el hospital general de Viena tenían, siempre, una tasa más alta de mortalidad que aquéllas que parían ayudadas por matronas en la segunda clínica.  En pocos científicos se cumplen tan exactamente como en Semmelweis las condiciones que Thomas Kuhn observó en los cambios de paradigma en la historia de la ciencia. Cuando el obstetra húngaro estudiaba en las pacientes y en la sala de autopsia la fiebre puerperal, abandonó todas las teorías dominantes en su tiempo para explicar esta frecuente patología; analizómeticulosamente desde diversos aspectos el objeto de sus estudios; estableció una hipótesis diferente a todas las establecidas hasta entonces; modificó el viejo paradigma de conducta por  otro nuevo; y por último, analizó los resultados después del cambio de paradigma. Abandonó todas las teorías especulativas que se establecían como canónicas en su tiempo: los “miasmas” o condición venenosa del aire; las influencias misteriosas del  cambio climático; o la retención de fluidos puerperales perniciosos.  Al mismo tiempo que realizaba sus estudios epidemiológicos,  Semmelweis asistía compulsivamente a todas las autopsias de las mujeres muertas de fiebre puerperal bajo la dirección del famoso patólogo Rokitansky, y allí, compartía los estudios patológicos con uno de sus mejores amigos, el Profesor Jakob Kolletschka. Uno de los estudiantes hiere un día con un bisturí la mano de Kolletschka, y pocos días después, este muere de una infección generalizada.  En la autopsia de Kolletschka, Semmelweis observa los mismos cambios patológicos, propios de la sepsis sistémica, que había observado cientos de veces en las mujeres muertas por fiebre puerperal. Algo tenían los cadáveres que ocasionaba esta patología al que se contaminara con ello. Los estudiantes trabajaban a primera hora de la mañana en la sala de autopsia y después atendían a las parturientas llevando en sus manos el agente nocivo. Las comadronas solo trabajaban en las salas de parto, por eso sus pacientes tenían tan poca mortandad por infección puerperal. Semmelweis comenzó el proceso de comprobación de su hipótesis haciendo que antes  del parto todos los estudiantes o personas que participaran en él, se lavaran las manos con soluciones cloradas. La incidencia de sepsis puerperal descendió dramáticamente. Uno de los maestros de Semmelweis,  de los pocos que creyeron en él y trataron sin éxito de extender por Europa la teoría de la asepsia, el Profesor Skoda, analiza meticulosamente año por año la incidencia de muerte por fiebre puerperal en la unidad obstétrica donde trabaja Semmelweis, y presenta los datos en la Sociedad Médica de Viena.  Pero nadie les cree, ni en Viena, ni en Paris, ni en Londres, donde es posible que Lister, aún muy joven, tomara buena nota de aquellas teorías vienesas de la transmisión de enfermedades por las manos de los médicos.  Joseph Lister, así como a Semmelweis puede considerársele el padre de la asepsia, fundamentalmente como el introductor de la técnica de lavado de manos en la prevención de infecciones nosocomiales, a Lister se debe el tributo de haber introducido en la práctica médica la eliminación de la microbiota  transitoria de la piel por medio del uso de agentes antisépticos, que hoy día, en la forma de geles no acuosos con contenido alcohólico, suponen una alternativa de similar o mayor eficacia que el lavado de manos.  
Joseph Lister
Lister estuvo obsesionado con la infección durante toda su vida, pues era la causa de la alta mortalidad que conllevaban los procedimientos quirúrgicos.  Sabedor de que el ácido carbólico había sido utilizado para tratar las “aguas negras” y determinados parásitos en el ganado decidió probar esta sustancia.  Realizó su primera experiencia clínica el 12 de agosto de 1865. Un muchacho de 11 años James Greenles, había sido atropellado por  un carro de caballos y sufría una fractura abierta de su pierna izquierda, que en aquellos tiempos suponía un riesgo de amputación altísimo. Lister envolvió la pierna en un lienzo de lino que posteriormente impregnó con ácido carbólico; después, estabilizó el miembro con una férula. Cambió el apósito cada cuatro días y mantuvo este tratamiento durante seis semanas. La herida y el hueso curaron sin signos deinfección alguna. Esta experiencia la utilizó con éxito en otros casos incluidos abscesos drenados y heridas de muñones de amputación. Entonces desarrolló un aparato para aplicar el ácido carbólico en forma de spray.   Con el tiempo Lister no solo usó la desinfección para las heridas quirúrgicas sino para los instrumentos quirúrgicos y la desinfección de las manos de los participantes en el equipo quirúrgico. Fue tan grande su contribución a la medicina que la Historia de la Cirugía puede ser dividida en dos grandes fases, antes y después de Lister. Así el lavado de manos quedó establecido universalmente como una forma de conducta sin discusión durante las intervenciones quirúrgicas, llegando a formar parte de la llamada “coreografía quirúrgica”. 
En 1961, el servicio médico público de los Estados  Unidos de América produjo una película de entrenamiento que mostraba el uso de técnicas de lavado de manos recomendadas para los trabajadores sanitarios.  En 1975 y 1985, el “Centers for Disease Control” (CDC, Atlanta, EE. UU.) publicó pautas escritas sobre la práctica del LM en hospitales.   En 1988 y 1995, la Asociación de Profesionales para el Control de la Infección (APIC) publicó unas pautas para la antisepsia y el lavado de manos.  En 1995 y 1996, el Comité Consultivo sobre Prácticas de Control de la Infección en Sanidad (Healthcare Infection Control Practices  Advisory Committee, HICPAC, EE. UU.), recomendó el uso de un jabón antimicrobiano o un agente antiséptico en seco para el LM a la salida de las habitaciones de los pacientes infectados por patógenos multirresistentes (enterococo resistente a vancomicina –ERV- o Staphylococcus aureus resistente a meticilina –SARM-).  
La práctica del lavado de manos con jabón encabeza la agenda internacional de higiene el 15 de octubre, con la celebración del Día Mundial del Lavado de Manos. Desde sus inicios en el 2008, año que fue designado el Año Internacional del Saneamiento por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Día Mundial del Lavado de Manos ha estado reforzando el llamado de extender mejores prácticas de higiene en todo el mundo.
Se debe realizar una campaña constante con el objetivo de sensibilizar sobre la importancia de lavarse las manos con agua y jabón, lo cual representa una de las intervenciones de salud más eficaces y económicas que existen y que nos ayuda a prevenir las enfermedades.
La higiene de manos, es una acción muy simple, sigue siendo la medida primordial para reducir la incidencia y la propagación de los microrganismos resistentes a los antimicrobianos, lo que mejora la seguridad del paciente en todos los ámbitos. Sin embargo, el cumplimiento de  las normas de lavado de manos es muy escaso en todo el mundo (entre el 5% y el 80%), por lo que los gobiernos deberían velar por que el fomento de dicha higiene, reciba la atención y los fondos suficientes para que resulte eficaz. 
La falta de medidas de control de las infecciones favorece la propagación de los microrganismos patógenos, que puede ser especialmente importante en los brotes epidémicos, y los establecimientos sanitarios actúan a veces como multiplicadores de la enfermedad, lo cual repercute en la salud tanto hospitalaria como comunitaria. Nunca debemos olvidar que la higiene de manos salva vidas. 
  • El lavado frecuente de manos con agua y jabón previene enfermedades respiratorias y diarreicas (cólera, influenza, etc.), así como la hepatitis A.  
  • Se debe lavar las manos con jabón y agua que haya sido purificada (hervida o clorada) en los siguientes momentos críticos:

Después de toser o estornudar.
Después de usar el baño.
Antes de preparar alimentos.
Antes y después de comer.
Antes de preparar y dar el biberón.
Después de estar contacto con enfermos o con sus pertenencias.
Después de cambiar pañales.
Inmediatamente después de participar en actividades de limpieza por la inundación.
Después de tocar artículos contaminados con aguas de la inundación o aguas del alcantarillado.
  • Si no tiene agua y jabón, desinfecte sus manos con gel alcoholado, cenizas o limón.


Técnica de higiene de las manos
  1. Aplicar una dosis de producto, extenderlo por toda la superficie de las manos y friccionarlas hasta que queden secas.
  2. Cuando se laven las manos con agua y jabón, mojarlas con agua y aplicar la cantidad de producto necesaria para extenderlo por toda la superficie de las mismas. Frotarse enérgicamente ambas palmas con movimientos rotatorios y entrelazar los dedos para cubrir toda la superficie. Enjuagarse las manos con agua y secarlas completamente con una toalla desechable. Siempre que sea posible, utilizar agua corriente limpia. Utilizar la toalla para cerrar el grifo.
  3. Asegurarse de que las manos estén secas. Utilizar un método que no las contamine de nuevo. Cerciorarse de que las toallas no se utilicen varias veces o por varias personas. No emplear agua caliente porque la exposición repetida a ella eleva el riesgo de dermatitis.
  4. Para el lavado de las manos con agua y un jabón no antimicrobiano pueden emplearse jabones simples líquidos, en pastilla, en hojas o en polvo. Las pastillas de jabón deben ser pequeñas y colocarse sobre rejillas que faciliten el drenaje.

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